Escribe para simoreno.com desde Formosa: Marisol Casadei* // La misión abre sus puertas. Vidas, protagonistas y sucesos de un lugar en el mundo. //
Tras 25 años de existencia La Misión dejó de ser un mundo exclusivamente indígena. El permanente tráfico comercial promovió el asentamiento de colonos, peones capacitados para la agricultura e inmigrantes paraguayos y europeos. Se inició entonces un vuelco favorable en materia educativa, arquitectónica y comercial. Se construyó el convento, la iglesia y el primer internado de niñas aborígenes.
La fluida actividad económica, los terrenos propicios para la agricultura y la ganadería, el funcionamiento del ingenio azucarero y la necesidad de mano de obra capacitada para la construcción de edificios fueron los factores que facilitaron el establecimiento de nuevos pobladores.
Entre 1927 y 1935 diez familias de colonos se asentaron en terrenos aledaños a La Misión para trabajar la tierra. Otras tres, provenientes de Italia, hicieron lo mismo en 1933. Con el tiempo fueron sumándose otras, cuyos descendientes aún permanecen en la localidad.
Toribio Sánchez tiene 75 años, es hijo de uno de los primeros pobladores. Nació y creció en La Misión. Es un arduo investigador de la historia lugareña y escritor del libro Odas a Laishì, publicado en 2009 y sus relatos denota un profundo conocimiento de los acontecimientos y un entrañable amor a su terruño natal.
Sobre su obra el autor expresa: “Soy el menor de once hermanos. Mi papá era capataz del puesto El Anta, propiedad de los curas, distante a unos 15 kilómetros de la sede. Allí trabajaban al mando de mi padre unos doce peones. Cultivaban verduras, algodón, maíz, caña de azúcar y cuidaban el ganado. Mi mamà y otras mujeres ordeñaban las vacas y hacían queso. Luego se los llevaba a La Misión en carros tirados por bueyes o caballos. La caña se trasladaba al ingenio donde trabajaban los aborígenes. Los alimentos se almacenaban en los sótanos de la misión o se los acarreaba al puerto para comercializarlos. Mucha gente venía a comprarlos”.
“Para mí era una fiesta venir al pueblo y ver tanta actividad. Me fascinaban las calles bien trazadas, las personas trabajando y los nuevos edificios que se comenzaban a construir. La Misión era una ciudad en miniatura. Cuando recién se abrió la escuela mis hermanos venían a caballo a estudiar. Cuando yo entré ya nos mudamos al pueblo”, recordó.
DESDE ITALIA
En 1934 arribaron los hermanos Blas y Fernando Casadei. El primero era constructor, el segundo especialista en carpintería y ebanistería. Llegaron desde Italia en busca de trabajo y un futuro mejor. Su intención era regresar a esas lejanas tierras una vez finalizada su tarea, pero la tranquilidad de La misión los atrapó y se quedaron para siempre.
“Papá tenía 32 años cuando se embarcó para la Argentina, era de Rimini y los franciscanos lo habían contratado para dirigir la construcción del convento, el internado para las niñas aborígenes y la iglesia. Nosotros quedamos allá y después de siete años fue a buscarnos cuando construyó nuestra casa y una hostería que también era la parada de colectivo o de camiones que venían a retirar madera de los obrajes. Tenía doce años y mis hermanos Mario y José 10 y 9. Angelita mi hermana menor ya nació acá. La idea de papá era volver a Italia, pero luego cambió de idea porque decía que allá la cosa estaba muy fea porque había guerra.
Lo cierto es que nunca volvimos y los recuerdos del país donde nací son lejanos y borrosos, para mí, mi patria es Argentina”, relata Teresa, de 87 años, hija de Blas Casadei.
Según la mujer, cuando ellos llegaron su padre ya había terminado el convento y el internado y estaba en plena construcción la iglesia Santa Clara. Al respecto señaló que su padre dirigía la obra y se encargaba de los detalles de terminación mientras que los aborígenes realizaban la mano de obra pesada. También agregó que los ladrillos se fabricaban en el lugar y que la arena la sacaban de río Salado.
Finalmente recordó que el hermano menor de su padre llamado Fernando era un excelente carpintero y fue el que fabricó todas las aberturas en el taller que funcionaba en el convento, donde también les enseñaba a los indios el oficio.
*Alumna del Taller de Producción Gráfica II, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP. Extensión Formosa.