Escribe: Analía Fernández* // Crítica periodística //
“No quiero que me olviden” son las palabras, los deseos y la vida misma a través de la recopilación de los diarios íntimos de una niña francesa que murió de leucemia, Dominique Cacoub.
Su madre, Mireille Boccara Cacoub, publicó este libro en 1978, con el afán de marcar en la memoria de los lectores la fuerza de su hija enferma y lo hace también con anotaciones propias de aquel período difícil.
Pero la mayor parte del libro es la vida desde la perspectiva de Dominique. Son sus sentimientos lo que se expresan allí, sus pensamientos confesados en cada página a partir de la ingenuidad de una niña que anhela ser mujer. Sus primeros amores, sus deseos y la incertidumbre son algunos de los elementos presentes.
El lector termina encariñándose con la protagonista de esta historia real porque encuentra en cada línea la representación de un ser amigable que no merece ser olvidado, como ella misma lo desea, por la mera razón que significan sus ganas de vivir.
Sin embargo, los síntomas de la enfermedad van apareciendo poco a poco, como una amenaza constante, que juega con la fantasía y la inseguridad de quien teme perderla. El miedo se refleja cada vez que ella cuenta sobre sus desmayos y malestares, pero nunca sobre la enfermedad misma.
Además, es una historia que vale un espacio en la memoria, más allá de que los fondos de sus ventas van dirigidos hacia la fundación que lleva su nombre, Association Dominique cacoub, que se benefician miles de personas leucémicas, sino también por el poder simbólico que expresa No quiero que me olviden, es un ejemplar del significado de la vida, un mensaje para quien desea recibirlo.
*Alumna del Taller de Producción Gráfica II, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP. Extensión Moreno.Envío 97